“En los primeros días del cristianismo en los Estados Unidos… Si vivías en Massachusetts y eras un ministro de una congregación, tenías un salario pagado por el estado- pero si te movías a Ohio, entonces esto ya era sospechoso! Y esto dio a las comunidades evangélicas la oportunidad de convertirse en muy emprendedoras, con predicadores agricultores y caballistas”. Chad Brand, autor del libro “Fe Floreciente”.

“Empoderar el liderazgo laico en la Iglesia es algo que ha sido realmente clave en el movimiento metodista, esto es algo que nosotros necesitamos redescubrir en múltiples maneras” Patrick Eby, coautor del libro: “Cómo Dios hace del mundo un mejor lugar”.

“Los pentecostales son emprendedores natos… Tienen una apertura que espontáneamente los lleva a descubrir oportunidades de crecimiento económico”. Charlie Self, autor del libro “Iglesias y Comunidades que florecen”.

En la economía moderna, el progreso económico depende del emprendimiento. En el nivel más obvio esto se aplica a los emprendimientos que crean nuevos negocios. Pero el emprendimiento es algo más amplio que eso. El éxito de la economía depende de que todo el mundo- no solo de unos cuantos creadores de negocios- tenga una mentalidad emprendedora, o un espíritu de emprendimiento durante toda la vida. El espíritu emprendedor busca nuevas e inesperadas oportunidades de servir a otros y abraza nuestro dinámico y cambiante mundo con esperanza en lugar de miedo. No solo es este tipo de cultura la única manera de sostener un trabajo fructífero y virtuoso entre la población en general, es también el único tipo de cultura que produce “emprendedores” en el clásico y más preciso sentido de la palabra: personas capaces de crear nuevos negocios.

En su libro “Emprendedores de la vida” Os Guinness argumenta que si entendemos la vida desde un punto de vista cristiano, deberíamos impulsar a todas las personas para que tengan un espíritu y pensamiento emprendedor en todo lo que hagan. La fe cristiana nos enseña a enfocarnos en hacer del mundo un mejor lugar, anima el trabajo diligente, nutre el espíritu de aprendizaje y descubrimiento, y nos asegura que podemos tomar riesgos y abrazar el mundo cambiante sin miedo ¿Por qué? Porque nuestra última esperanza no está en este mundo.

Históricamente la fe evangélica ha sido una de las más importantes fuentes del espíritu emprendedor en la cultura americana. Durante un reciente panel, se les preguntó a los autores Chad Brand, Patrick Eby, y Charlie Self sobre las fuentes de la cultura de emprendimiento en sus respectivas tradiciones (Bautista, Wesleyana y Pentecostal). En sus respuestas, Brand enfatiza que la independencia del Estado es fundamental para el espíritu emprendedor, las comunidades evangélicas han tenido la oportunidad de ser emprendedoras porque se han establecido aparte del Estado. Eby enfatiza en que el empoderamiento del laicado es fundamental, ya que los evangélicos se han resistido a tener jerarquías patriarcales y rígidas. Self remarcó que la confianza en Dios ayuda a los evangélicos a estar sintonizados con condiciones cambiantes y a descubrir nuevas oportunidades para servir a los demás.

Para aprender más de la fe evangélica y el espíritu emprendedor chequea este discurso dado por Katherine Leary Alsorf (En Inglés). Alsorf, quien es participante senior de Iniciativa de Liderazgo de Fe y Trabajo del Redentor Ciudad a Ciudad y fundadora y directora emérita del Centro Redentor para la Fe y el trabajo, discute en su discurso el emprendimiento en términos teológicos y comparte sus experiencias ayudando a construir programas locales en las iglesias que apoyan a los emprendedores.

*Este artículo fue escrito por Greg Forster

Vía| Patheos

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